domingo, 17 de junio de 2012

El candado de la Plaza Uruguaya




Aquellos que cederían la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad.    
Benjamin Franklin, científico y político estadounidense (1706 - 1790)

Radiante, limpia, verde, con enormes pinturas de Augusto Roa Bastos y Manuel Ortiz Guerrero en sus dos pabellones literarios, así luce hoy en día la Plaza República Oriental del Uruguay, más conocida como Plaza Uruguaya, ubicado en el extremo este del microcentro asunceno.

El Intendente Arnaldo Samaniego, uno de los pocos políticos que tolero en las redes sociales, constantemente me invitaba a ir a este renovado punto verde de la capital. Recién pude el sábado por la noche, y luego de pasar por el Café Literario, quise ir a ver los arreglos y cambios de la plaza. Cuando llegué, olvidé que se cerraba a las 22, así que solo pude apreciarla desde afuera y con los candados puestos. Y que conste que yo era uno de los miles de asuncenos que apoyaban cercar las plazas para tener mayor seguridad, luego de tener, durante varios años, la presencia permanente de ciudadanos indígenas que protestaban por diversas reivindicaciones sociales.

He allí cuando me puse a reflexionar que, en salvaguarda de la seguridad, que muchos defendemos, podríamos perder nuestra cuota de libertad, podríamos perder esa eterna construcción de elección, con otra elección (parafraseando a Jean-Paul Sartre). Sin dudas, el trabajo de la municipalidad, que costó alrededor de 821 millones de guaraníes, es notable y hasta digno de felicitar a la comuna. Sin embargo, habría que renovar la estrategia de encarar los espacios públicos para el beneficio de la mayor parte de los contribuyentes.

Algunas ideas locas que siempre surgen con esto: la plaza podría estar abierta hasta las 00:00 o incluso 01:00 para turistas y asuncenos que gustan de la noche, para eso no haría falta contratar nuevos guardias de seguridad, bastaría con que los funcionarios parásitos, que abundan en la municipalidad custodien el lugar, podrían hacerlo rotativamente, incluso, ya que son decenas de planilleros los que sobran en la municipalidad. El número de funcionarios en el gobierno asunceno sigue siendo una de las grandes espinas en la administración de Samaniego.

También se podría habilitar semanalmente la noche cultural, con los grupos artísticos oficiales o no de la ciudad. Se tendría que habilitar, junto con la Senatur, un pequeño local de informaciones turísticas, con esos planilleros de la municipalidad... que por lo menos hablen más de un idioma, además del idioma de la pereza.

La Plaza Uruguaya está renovada, más limpia y mucho más linda, pero sigue estando limitada. La ciudad es de todos, incluyendo a vagabundos, prostitutas, turistas, asuncenos que no pueden dormir, etc.

Esta vez, sólo pude conversar con el candado de uno de sus grandes portones. Quizás, la próxima esté abierta y pueda entretenerme con los árboles y estatuas, vedados para los asuncenos de la noche.

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