Atlas, desnudo, se olvida
del mundo y la lluvia emerge
del suelo.
Mientras el cielo cae
y ya nadie se impacienta.
Las lágrimas perecen y el
frío carcome a las pocas
estrellas.
Atlas ha jugado sin
lanzar los dados, que
llegaron a destiempo.
Mientras el infierno
ya no apetece a las
grandes mentes.
El ciclo continúa
y solo una esperanza
se vende.
Atlas, con una sonrisa,
pone lentamente
la bóveda sobre sí.
Y el mundo, olvidadizo,
levanta la carpa y reinicia
el circo.
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