Algunos reciben la noticia en un avión, otros creen que se trata de una broma, y otros simplemente no alcanzan a contestar la llamada: los ganadores del premio Nobel reciben la noticia por teléfono, una llamada esperada por muchos pero que pocos reciben.
El martes, el físico francés Serge Haroche caminaba junto a su esposa cuando su teléfono empezó a sonar. Cuando vio que el número comenzaba por +46, supo que la llamada venía de Suecia y que iba a vivir un día inolvidable.
“Estaba en la calle, pasaba junto a un banco, y me senté inmediatamente” , relató el francés al jurado. El físico Robert Lefkowitz dormía cuando le anunciaron el premio, como la mayoría de ganadores estadounidenses tomando en cuenta la diferencia horaria. “Dormía profundamente cuando el teléfono empezó a sonar. No lo escuché. Tengo que admitir que me pongo tapones en los oídos, así que mi esposa contestó al teléfono y me pasó la llamada: es para ti. Y así fue como me enteré de la noticia. Una gran sorpresa”, relató.
Por lo general, las diferentes academias llaman a los ganadores media hora antes del anuncio oficial. Los australianos Barry Marshall y Robin Warren establecieron una tradición a partir de 1983, el año en que hicieron un descubrimiento revolucionario en el que atribuyeron las úlceras a una bacteria y no al estrés, como se creía hasta entonces: cada año, el día del anuncio del Nobel de Medicina, se reunían en un pub y aguardaban comiendo y bebiendo.
Finalmente, en 2005, recibieron la llamada de Estocolmo. El suizo Richard R. Ernst estaba en un avión el día que recibió el Nobel de química, en 1991. “El piloto se acercó y me dijo que había ganado el premio. Fui a la cabina y hablé con la radio suiza y con mi familia”, explicó.
El farmacéutico estadounidense Louis Ignarro vivió en 1998 una aventura aún más graciosa: Ignarro estaba subiendo a un avión cuando un empleado del aeropuerto le pasó una llamada. Al otro lado de la línea, un colega, con reputación de bromista, le anunció que había ganado el premio.
“Luego, la línea se cortó. Tenía que embarcar hacia Nápoles. Así que no sabía realmente si había ganado o no. Pensé que tal vez, si realmente había ganado, mi rostro estaría en todos los periódicos, así que miré a mi alrededor. Pensé que tal vez la gente me reconocería. Pero no fue así”, recordó Ignarro.
A su llegada, un profesor de la universidad a la que iba lo recibió con el comunicado del comité Nobel. “Estaba escrito en sueco, pero reconocí la palabra Nobel. Me tiré al piso, literalmente, de dicha”.
La ganadora del Nobel de literatura de 2007, la británica Doris Lessing, y el ganador del Nobel de economía de 1994, el alemán Reinhard Selten, se enteraron de la noticia al ver a un grupo de periodistas frente a su casa al volver de hacer compras.
Sin embargo, muchos nunca recibirán esta llamada.
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