jueves, 16 de octubre de 2014

¿Narcos? De eso no se habla en Paraguay



Cabezas cortadas, cuerpos inertes colgados en puentes y zozobra generalizada. Así está México hoy en día por la industria del narcotráfico, que es una de las más rentables en América Latina. Un gran negocio que involucra a fabricantes, policías, militares, políticos y funcionarios estatales en general.

Durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954 - 1989) se recomendaba a los ciudadanos "de bien" no meterse en política, no hablar de ello. Era como una actividad destinado para un pequeño y selecto grupo de personas que sabía cómo administrar "el bien común" y dictaba el orden social, político y cultural de la República de la "paz y el progreso".

En la transición democrática la libertad de prensa, ya con la Constitución de 1992, fue una de las instituciones más y mejor valoradas en la republiqueta bananera que construimos a las apuradas, con resabios autoritarios y bases totalitarias. Nos despertábamos después de casi dos siglos de oscurantismo y represión.

Decía Carl Sagan que el libro es uno de los mejores inventos que pudimos haber creado como especie. La escritura se convierte en una conversación extemporal e ilimitada, sin fronteras con cerebros de todos los tiempos. Lo mismo pasa con el periodismo. Pero a diferencia de la literatura clásica, el periodismo es actual, concreto y escueto. No sabemos si realmente sea la mejor profesión del mundo. Uno tiene que saber de política, economía, cultura, deportes, etc. Pero al menos es la carrera que elegimos. 


Y algunos no nos conformamos con hablar de las cosas superficiales, de los quilombos entre modelos y futbolistas o bailarines. También nos ocupamos de cosas serias. De hechos trascendentales para el quehacer nacional. No tenemos hora, domingos ni feriados. Una de las recomendaciones que se hace es no salir con periodistas porque con ellos "no se pueden hacer planes".

En Paraguay, todavía hay gente que sigue diciendo que "en política no hay que meterse". Pero el discurso ya se renovó. Hay cambios en ciertos sectores, aunque no parezca. Hoy te dicen que no podés hablar sobre el narcotráfico. Es un tema tabú. ¿Por qué? Porque allí hay mucho dinero y mucho poder, en síntesis, el reino del terror. Uno no sabe con quién está lidiando, con quién trata. 

A diferencia de muchos colegas que se acomodan en las redacciones con una gacetilla de lujo o una llamada de cinco minutos, Pablo Medina buscaba información, indagaba, viabaja por todo su departamento en búsqueda de noticias, hechos, denuncias, cuestiones que los poderosos no quieren que se publique. Pablo hablaba de narcotráfico. ABC publicaba las denuncias de corrupción, de narcopolítica, de bandidaje.

Hoy estamos orgullosos de él. Pero lamentamos enormemente su asesinato. Estamos en un momento de regresión política. Los resortes autoritarios quieren dar sus brincos para demostrarnos que siguen presentes en la sociedad. Y es ahora cuando no tenemos que claudicar. Es ahora cuando tenemos que denunciar las arbitrariedades de la clase política, de las fuerzas públicas, de los corruptos en general. 

Así como hablamos del corrupto Ibáñez o del triunfo de Deportivo Capiatá, también debemos hablar del narcotráfico. De los gobernantes que defienden la narcopolítica y de los policías corruptos que apoyan la narcopolicía. Estamos desprotegidos como población. No tenemos más alternativa que hablar. Este no es momento para el silencio, para la cristiana resignación. Estamos al borde del colapso y no nos estamos dando cuenta.


Es momento de despertar y es una pena que abramos los ojos cuando ya están a punto de comernos. Hay que evitar que otro periodista o cualquier ciudadano común mueran en manos de criminales protegidos por la ley y el orden. Ya no somos pendejos. Es momento de hablar y de gritar.


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